Silencio relativamente prolongado. Justo, porque simplemente para hablar de esto no hay palabras.
Qué feliz me sentí aquella tarde, sin dudarlo juro que fue una de las más agradables de toda mi vida.
Ese paseo en el barco Gaviola (que no Gaviota) de mis amigos Carlos y Julia de Barcelona, por la playa de la Villa Olímpica en el suave, grandioso, delicioso mar Mediterráneo. La paella, el vino, el café. ¿Y qué decir de la compañía? ¡Mejor imposible! Mis anfitriones, la adorable Rosa Pelayo Izquierdo y mi paisana radicada en España, Li (de
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