Me llama la atención que de repente estuve pensando en él, en su esposa Silvina, en Mony Molina y en toda la delegación de colegas de Argentina a quienes tengo la fortuna de conocer, pero en especial a Luis lo recordé por su liderazgo, por su capacidad y compromiso para movernos a todos con sus ideas.
La imagen que visualicé fue la de Bogotá, cuando estaba compartiendo mate precisamente con Liliana Hendel y Mony, creo que incluso tengo una foto de ese momento.
Yo estaba por ir a una reunión de trabajo de la Red de Periodistas de Matamoros y como a veces pasa, me sentí un tanto insegura, con dudas… a veces la responsabilidad de estar al frente de una organización así impone, aunque es lógico por el interés que se tiene en hacerlo bien. Lo que sí tengo muy presente es que recordé la imagen de Luis –sin demeritar la aportación de las demás colegas argentinas- y cómo se comprometió a crear la comisión de seguimiento para los casos de agresión a compañeros o compañeras periodistas, que nunca titubeó y que estuvo firme en su labor. Creo que eso me inspira y me ha dejado motivada para seguir en esta causa.
Luis María ganó mi aprecio desde que lo conocí en Oviedo, cuando le dije que vivo en la frontera mexicana se sorprendió e interesó mucho por platicar sobre la situación de alto riesgo en que aquí se trabaja. Sin embargo, lo que más me agradó fue su estupendo sentido del humor. La noche de la despedida en el Orfanato Minero ¡qué risa! Nos estuvo contando que llegó solo un día antes de iniciar el encuentro de la Red Internacional y que el lugar estaba oscuro, que tuvo que bajar al sótano a buscar los interruptores de luz y que pensó “¿y si me caigo y me desnuco, aquí solo en el sótano y a oscuras, quién va a saber de mi?”, y que también llegó esperando encontrarse a los huerfanitos del orfanato… Ay Luis, cuántas cosas nos regalaste.
Una anécdota más en mis apuntes fue la de la clausura oficial del encuentro de Oviedo. Allí una colega de Asturias ofreció su hospitalidad para quienes no tuvieran dónde quedarse y dijo: “compañeras, en mi casa hay sofá”, entonces todos le aplaudimos. Luis se acercó al micrófono y dijo: “¿le aplauden sólo porque tiene sofá? En mi casa además hay televisor, mesa, refrigerador…”
La vida es efímera y la pérdida de Luis nos lo recuerda, pero podemos preservarla si mantenemos vigente su obra. Yo propongo que Luis se quede entre nosotros inspirándonos fortaleza para luchar por el cambio social.
Que así sea.
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