Luz de todos los astros

Un paseo por el universo personal de quien observa la existencia desde un rincón del planeta.

sábado, 12 de marzo de 2011

La Diosa ha muerto



Dormí 16 horas desde ayer y desperté con la funesta noticia de que Rita Guerreo, vocalista de Santa Sabina murió este viernes.
Cuando vi su foto en la edición en línea de El Universal, incluso antes de ver las noticias del mundo, llamó mi atención y me fui sobre su encabezado.
Lo leí en voz alta y con un tono de absoluta sorpresa, combinada con incredulidad.
“Fallece la cantante Rita Guerrero”.
Después, todo se detuvo.
Solo mi pensamiento corrió hacia los recuerdos de que, en noticias más recientes supe que padecía cáncer de ceno y no estaba respondiendo bien a los tratamientos, incluso en diciembre, hace unos tres meses, se organizó un concierto a beneficio para apoyarla, donde tocaron grandiosas bandas formadas por sus amigos.
¡Qué triste!
Seguí recordando lo importante que fue en mi vida su aportación musical. Parte del desarrollo personal, ideológico, intelectual de mí estuvo influído por el estilo, las letras y el concepto en general de su banda.
La primera vez que la oí con atención fue en un programa de mi cuate Fernando Canales, Leopi, por la red estatal de Radio Tamaulipas, en aquel programa que él conducía, llamado “Sentidos paralelos”. Eran los noventas. 1991 o 1992.
El padre de mis hijos y yo andábamos de novios apenas, estábamos en prepa, teníamos 16 o 17 años. Los sábados, hacíamos lo que fuera para poderlo sintonizar, ya que era de muy bajo espectro la señal.
Fue la canción “Partido en tres”, la primera que escuché y aún lo recuerdo. Esa entrada tán rítmica y a la vez, poco usual comparativamente con lo que había oído hasta entonces. La voz de Rita, imponente, me prendió, me hizo saber que eso era lo que me gustaba y lo que yo quería.
Pronto compré su primer disco –en ese tiempo lo más accesible era el caset-, “Santa Sabina” y me clavé de todas las rolas. Ansiába la salida del segundo, Símbolos, que definitovamente superó la calidad de la producción y perfeccionó el concepto original, con un resultado excelente.
Durante ese tiempo, en mi vida ocurrieron cosas definitivas y definitorias para mi presente. Crecí con Santa Sabina.
Cuando Lanzaron Babel, yo ya tenía un hijo y muchos de mis recuerdos podrían musicalizarse con sus canciones. Lo más chido es que no solo vivo de recuerdos, sino que cada día de la vida he seguido sintiendo esa admiración y gusto cada vez que los escucho.
Justo ayer al medio día, sin saber que más tarde acaecería Rita, puse Los Sueños, solo por las ganas de escucharla.
Ayer, me recosté a las 4 de la tarde para ver la televisión, pero me quedé dormida. Desperté alrededor de las nueve de la noche y preferí no levantarme. Segu+i durmiendo hasta hoy a las sieis horas y finalmente me paré de la cama casi a las ocho. Me cepillé los dientes y salí a comprar azúcar para hacerme un café. A regresar, quise ver mi correo electrónico y los periódicos digitales, enterándome de esta irreparable pérdida.
Me quedé por unos minutos estupefacta, no sabía qué hacer.
Finalmente entré a mis redes sociales y publiqué mis lamentos, que ya habían sido precedidos por los de otros cientos de fanáticos de Santa Sabina y de Rita.
Leí algo que uno de ellos en Twitter escribió y lo parafraseo: “Todo sigue igual, Rita siempre fue algo fuera de este mundo”.

jueves, 10 de marzo de 2011

Los gallinas, que ni reclamen

¿Cómo que ya basta de sangre?
¿Cuánta es bastante?
Y qué sencillo puntar con el dedo a quien por fin hace algo – quizá no bien hecho y ni siquiera, lo mejor, pero hace algo- por combatir al monstruo que muchos, con pequeñas o grandes contribuciones hemos fortalecido.
A muchos se nos hizo cómodo comprar mercancía pirata, gasolina de contrabando, alcohol fuera de horario o, cuando menos, acceder a una “mordida” para eludir una infracción de tránsito.
¿Quién de nosotros no ha sido cómplice de conocidos, vecinos o parientes involucrados en actividades ilícitas, al sabelo y no denunciarlo?
Ah sí, pues la cobardía se excusa en el discurso retórico que aduce una falta de garantías sobre la seguridad, todos le temen a pagar con su vida la valentía.
No existen esos mexicanos que al grito de guerra apresten el acero y el bridón. Los últimos valientes murieron el 1910.