Luz de todos los astros

Un paseo por el universo personal de quien observa la existencia desde un rincón del planeta.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Robaron mi camioneta.

No lo digo en tono trágico, al contrario, me siento agradecida porque esto me ha dado la oportunidad de saber que no soy tan apegada a las cosas materiales. En verdad me siento bendecida con esta posibilidad de no sentir rencor ni ira contra los responsables.
Pensé en las personas que se dedican a robar y en las carencias que deben haber sufrido, esas que yo no pasé, como la de tener padres ejemplares que me impusieron un gran respeto y a los cuales me siento comprometida a honrar. Seguramente ellos no tuvieron amor suficiente para saber que vale más la dignidad que poseer cosas de marca o cualquier objeto codiciado, pero además, que no está bien satisfacer sus ambiciones a costa de hacerle mal a otros.
Debo presentar la denuncia por robo porque es mi responsabilidad ciudadana, pero en verdad deseo de corazón que ese acto haya servido para hacer el bien, para que esas personas hayan llevado alimento a su familia o medicina a algún enfermo.
No espero un castigo para ellos, y no lo digo poniendo una pose de Madre Teresa, sino porque yo quisiera una humanidad capaz de reaccionar en paz ante los ataques, no como ahora, que cuando alguien hace algo malo, ahí vamos todos los demás a juzgarlo, a condenarlo y a lincharlo, sintiéndonos el dedo de Dios y exigiendo venganza en vez de justicia.
Es sabido que yo no soy creyente, no creo en la existencia de ningún dios, soy atea, pero también soy humanista y tengo valores muy firmes de respeto y amor a mis semejantes.
Muchas veces he sido recriminada por personas que no aceptan mi forma de pensar, o quizá no la comprenden, pero el simple hecho de creer ciegamente en su deidad las hace asumir que quienes no la reconocemos cometemos una ofensa. La realidad es que somos perfectamente normales y, aún más, muchas veces más capaces de practicar valores que se contraponen a los que se manifiestan cuando ellos, los religiosos, juzgan y atacan a quienes pensamos diferente.

Todo esto lo escribo simplemente porque ahora puedo dar testimonio de que sí se puede vivir sin apegos materiales y tener la capacidad de amar a quienes te hacen daño, desearles el bien y perdonarlos. Cualquier persona puede hacerlo.

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