20.10.07
¿Qué maldita estúpida historia se puede escribir en esta, una más de las incontables noches en que el sueño es ingrato y me abandona, o el insomnio, generoso se entrega a mí sin reservas?
Son tantas las cosas que hay por recordar y tan pocas las que caben en mi diminuta memoria que, como era de esperarse, a estas alturas la mayoría de ellas se han perdido en un espacio más incierto que los agujeros de las donas.
Entonces, el alcohol se vuelve aliado para hacerlas parecer más llevaderas. Ni tan virtuoso como yo de feliz de consumirlo, acabamos aquí juntos los dos en la patética escena de siempre: madrugada y ordenador.
Ah! Ya recordé que iba a hacer…
¡Largarme!
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