Tengo preocupación (un poco) sobre mi cambio de estados de ánimo. Cada día despierto con un nuevo nivel de energía y optimismo y algunas veces éste es muy bajo, pero no identifico de qué depende, así que creo que debería empezar un diario sobre las cosas que ocurren para ir determinando si puedo controlarlo.
Antier, por ejemplo, todo iba muy bien hasta el medio día, cuando empecé a sentir una gran ansiedad, pero esto pasó sin motivo alguno.
Me sentía tan nerviosa como aquella vez en que me reuní con un embajador de cuyo nombre y país no debo acordarme, en una misión que pudo implicar bastante riesgo. Recuerdo que esa vez (hace poco más de un año), no paraba de beber agua.
Así me pasó antier.
Fue domingo, estaba sin críos, ya había almorzado y todo estaba dispuesto para hacer lo que yo quisiera. Mi plan era terminar de resanar unas grietas en el techo de la sala, algo que postergué en meses por falta de tiempo, de materiales o de vigor. Ese día lo tenía todo y decidí que la excitación que sentía no me iba a detener.
Le di pa’ delante a mi objetivo y noté que al momento de hacer el esfuerzo, la tensión comenzaba a bajar.
No sé si pudo haber sido también el concentrar la mente en el trabajo que estaba haciendo, lo que me hizo olvidar que a veces los demonios entran a mi cabeza y la perturban, el punto es que al final de la tarde yo tenía una sala con mucho mejor aspecto, además de un cansancio agradable, bastante compatible con las tres cervezas que después me tomé.
Luz de todos los astros
Un paseo por el universo personal de quien observa la existencia desde un rincón del planeta.
martes, 26 de julio de 2011
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