Luz de todos los astros

Un paseo por el universo personal de quien observa la existencia desde un rincón del planeta.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Qué bueno que no fui Lady Di

Hasta los 33 años yo estaba segura de que un príncipe azul, vendría por mí en un caballo blanco. No esperaba ni aceptaba menos que eso. Hubo varios plebeyos que tocaron a mi puerta, pero los mandé a por las cocas porque sabía que un día llegaría mi noble caballero.
Ahora tengo 34 y decidí que esa idea podía ser una entelequia, es decir, una cosa perfecta que no existe, pero además de no depender del “rescate” de un presunto galán, rompí con otra de las ataduras sexistas con las que fui educada.
Los cuentos de hadas de Walt Disney son solo ficción pero llegamos a creer que son realidad, y resulta que la vida real es un poco más hostil que eso.
Ni siquiera es frustrante asumir este grado de conciencia. Lo que sí me generó frustraciones fue recibir calabazas cada vez que yo esperaba desencantar a un príncipe, besando a un sapo.
Es muy satisfactorio despertar del letárgico sueño rosa en que pasé mis primeros 33 años, y lo mejor fue hacerlo, sin el beso de amor de ningún puto príncipe.

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