Hoy
descubrí la diferencia entre tomar sólo tequila y tomar tequila solo. Hasta
hace unos minutos era lo que hacía.
Me
levanté casi a media noche después de intentar fingir que me sentía bien y que
mañana despertaría dejando todo en el pasado.
La
verdad es que este 13 de diciembre, que para esta hora ya es ayer, no anduvo
muy bien para mí.
Todo
comenzó cuando cerré la puerta de la casa y por accidente me machuqué el dedo pulgar
de la mano derecha. Se puso morado, se inflamó y no ha dejado de doler desde
entonces y bastante intenso, hasta…
Este
texto fue interrumpido por el suceso más extraordinario de todo este día:
tocaron a la puerta, pasada la media noche ¡elementos del Ejército Mexicano! El
colmo. Para coronar la serie de eventos desafortunados ocurridos en las últimas
horas.
Pero en
fin, seguiré la narración cronologicamente hasta llegar a ese punto. Me había quedado
en que iba a decir que apenas hasta hace unas palabras atrás, pude apoyar el
pulgar en la barra espaciadora del teclado de la computadora, pero el dolor
sigue presente y no es poco (lo cual confirma que a las musas son algo sádicas
y perversas, pues les anda valiendo si uno siente dolor o placer cuando se
vienen, espontáneamente, a generar inspiración).
Y bueno,
creo que el machucón fue un presagio de lo que iba a ocurrir más adelante. Un
par de reveses, de esos sin importancia, me hicieron recordar que la humidad es
una buena medicina que la vida se encarga de recetarnos y en la dosis
adecuada.
Cuando
ya me iba a dormir, me sentí con derecho a encabronarme porque las cosas no
salen como yo espero, a patalear o embriagarme, nomás de puro coraje. Y así,
salté de la cama y me serví un tequila. Para esto, mi hija Angelle seguía
despierta usando la computadora de la sala y pasé a darle un beso antes de
volver a la cama, encender mi portátil y disponerme a descargar todo mi
sentimiento en esta antología de los malos ratos de hoy.
Minutos
después de empezar a escribir, yo oí que alguien tocó golpeando el cristal de
la ventana de la sala y de inmediato me puse a la defensiva, con lógica razón
porque era más tarde que las 12 de la noche y lo que hice fue preguntarle a
Angelle si alguien estaba tocando, porque aún suponía que pudiera haber sido un
ruido de los gatos. Al parecer no me escuchó pero simultáneamente ella se
levantó a abrir la puerta, cuando yo salí de la recámara apresurada, gritándole
que no lo hiciera.
Al
llegar a la puerta me dijo “son los soldados” y yo me asusté pero salí a
atenderlos. Fueron muy atentos, preguntaban si sabíamos de algo sospechoso en
el vecindario y les dije lo que es cierto, que no hablo mucho con los vecinos y
que fuera de las camionetas que a veces hay en el estacionamiento del mercado
que está aquí cerca, no tenía nada que pudiera aportarles. Ellos se disculparon
por las molestias y se retiraron. La verdad yo hasta les dije que siempre se
dice que ellos llegan tumbando las puertas y disparando contra inocentes, pero
me queda claro que eso no es cierto o al menos no lo fue en este caso.
Al
final, entré a la casa y me quedé echando rollo con las gemelas, ya que América
estaba en el baño cuando sucedió todo. Primero le di una regañiza a Angelle por
haber abierto la puerta sin pensar en el peligro y que pudo ser gente mala capaz de
hacernos daño. Luego, nos reímos de todo lo que pasaba por la mente de cada una
de nosotras en el momento de lo sucedido. Yo hasta me confundí y me prenguntaba
interiormente si somos cuatro o cinco los que vivimos en la casa o si son
cuatro, aparte de mi, o somos cuatro las mujeres o qué onda, porque no supe ni
que le dije al honorable representante de las fuerzas federales. Luego pensaba
¿cómo llegué a este punto, si yo estaba tan a gusto tomando sola tequila solo?
Y ¿será que ellos perciben en mí el aliento alcoholizado?
Después
de tanto reír e ir de un tema a otro, acabé acurrucándome en un sofá con
Angelle, para que me hiciera “chocolatito” en mi dedo machacado. En ese sublime
instante de relax, ella empezó a hablar de videojuegos y cosas freakys con
América, en tanto que a mí se me ocurrió preguntarles qué harían conmigo, si yo
fuera anciana. Les expliqué que mientras ellas platicaban y yo me relajaba, me
asaltó esa interrogante. Les dijie, quizá piensen “vamos a aventarla por allá,
vamos a aventarla por acá o de plano, vamos a aventarla a Soriana para que ande
de empacadora”, a lo que inmediatamente respondieron que no, que eso no sería
correcto ni les haría sentir buenas personas. Me aseguraron que nunca lo harían
y eso me dio mucho gusto. Yo sé y siempre he sabido que lo mejor de mi vida, lo
que siempre está conmigo y lo que siempre estará por encima de las nimiedades
por las que sufrí efímeramente este día, justamente es mi familia.
Aunque
ahora que lo pienso bien, no se me ocurrió preguntarles si pensarían lo mismo de mandarme de empacadora a Walmart o HEB.
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