Luz de todos los astros

Un paseo por el universo personal de quien observa la existencia desde un rincón del planeta.

viernes, 11 de enero de 2013

Adicción al placebo


Cuidado con aquello que parece dulce y atractivo. Muchas veces en desesperación, por sentir tristeza o soledad, los seres humanos cometemos el error de buscar compañía, esperando hallar alivio. Lo malo no es buscarla, sino esperar que esa compañía acabe con los pesares que, en realidad nos pertenecen a nosotros, no a ellos y por lo tanto, podrán apapacharnos y hacernos sentir bien mientras eso pasa, pero si deja de pasar, la tristeza, la soledad o cualquiera otra que sea la causa de pena reaparece.
Es fácil la dulce adicción a los placebos. Cuando eso sucede, uno se jode porque ya no tiene un problema, sino dos. Ya no nada más está triste y solo, sino triste, solo y adicto.
El apego se ha visto en sicología, eso he conocido por publicaciones diversas, como materia de estudio por el efecto que causa en el desempeño o desenvolvimiento de los individuos en ese colectivo del que todos formamos parte, llamado sociedad.
Se ha comprobado que el apego puede ser igual hacia cosas como a personas, es decir, que el afectado puede engancharse con alguien, ya sea una pareja, una amistad o familiar, aunque también puede sucederle con cualquier artículo o actividad. Hay quienes hacen apego con objetos que le representan alguna conexión con algo que les dio felicidad o tocó su sensibilidad. Otros desarrollan fijación por las compras, el juego (la llamado ludopatía, principalmente relativa a las apuestas), comer, ver televisión, las redes sociales, los videojuegos e incluso por el ejercicio.
Llevar el agrado a la práctica sistemática no siempre resulta provechoso para quien lo hace, ya que puede volverlo dependiente. Es ahí donde interferiría con la participación del individuo en la colectividad.
En relación a la frase inicial de este texto, cuidado se debe tener para evitar que un momento de debilidad se prolongue o intensifique por eludirlo recurriendo al placer, pues esto haría que al acabar el placer, todo sea como antes y que así sucesivamente se busquen más escapes.
Es un gran ejercicio preguntarse a uno mismo cuál es el origen de su dolor.
Conocerse, observar el interior propio, en definitiva es lo único que puede, si no remediar, por lo menos llevar a otro estado en la conciencia acerca de eso que te causa conflicto. Yo diría que es conveniente pasar por un proceso.
Pimero.- Autoconfrontarse. No significa pelear con uno mismo, sino hablarse, preguntarse y responderse con honestidad, cosa difícil, porque el entorno nos impone la hipocresía y una continua negación de la imperfección humana.
Segundo.- Autoreconocimiento. Ser honesto con uno mismo conlleva a darse cuenta de que es imperfecto, a aceptarlo y quererse, con todos sus defectos y virtudes. No se es ángel ni demonio, solo se es el que se es.
Tercero. Responsabilizarse de la parte que le toca en aquello que haya hecho mal. El sufrimiento no es un factor externo, sino algo que hay dentro de tí, por lo tanto nadie tiene la culpa de lo que te hace sufrir, nadie más que tú decide cuándo para el sufrimiento. Para llegar a eso, de nuevo hay que tomar al toro por los cuernos, porque lo pasado te seguirá atormentando si quieres cargar con ello, aunque la mejor opción es partir de cero cada día.
Cuarto.- Darse licencia de ser humano, imperfecto, de cometer errores y no poder satisfacer las expectativas de otros. Ah porque como se quiere tanto quedar bien con esa gente que muy seguramente no hará nunca nada por nosotros.
Quinto. Perdonarse, comprometerse a hacer esfuerzos por no recaer y si se recae, volver a repetir el procedimiento.
Seguramente habrá mucho más que se pueda hacer, pero esto al menos es el principio de una ruptura del ciclo. Es una gran enseñanza que me ha dado la vida.


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