“Ella
empacó su bistec con todo y refrigerador” es el nombre de una canción que me
viene a la mente al tratar de hilar las ideas que me ha generado la
circunstancia que atañe a este momento en mi vida: mi refrigerador falleció
(bueno, dejó de funcionar, para no ser tan trágica).
El caso
es que siento que este es un Deja vu, algo que ya había vivido. De hecho lo es. Cuando comencé a escribir en
mi blog Luz de todos los astros, el tema de la nevera era lo in para mí, porque
me las fallas que tenía me jodían la vida, más de lo que ya estaba de por sí.
Sin
proponérmelo, el refri se convirtió en protagonista de mis primeros posts y no
me arrepiento de ello. Fue un tiempo en que escribía por el solo gusto de
hacerlo, pero igual era una práctica para luego usar los blogs con propósitos “científicos”
(bueno, es que se me ocurrió inventar que el periodismo es una buena
justificación para hablar de los demás con fines científicos).
Pasó eso
y ahora pienso que esa es la forma más auténtica de escribir, la más
espontánea, la que no lleva pretensiones.
He
estado yendo a un curso de periodismo impartido por Julio Rubio, director de la
Revista Vertical y en cada sesión regreso preguntándome cuánto de lo que sé es
correcto y cuánto no, aunque en realidad eso no me agobia porque he superado
hace mucho al demonio de la relatividad.
Aquí lo
importante es no perder la capacidad de autocrítica, la humildad, la
disposición para aprender de los demás.
Mencioné
lo del curso porque ahí es donde me planteaba lo de la redacción y como al
llegar a casa recordé que el refrigerador ya no funciona, y las otras circunstancias
chingativas que me impiden desarrollar mis textos y mis ideas cuando quiero, y
no solo por pensarlo, sino porque es cierto que lo hacen, me quedó claro que no
iba a poder escribir todas esas cosas para las que venía bien inspirada.
Naaah.
Ya pasó.
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