Cuando era más joven cometía muchas osadías. Ahora no tantas.
Quizá levantarme a escribir a las dos de la mañana lo sea, por el dolor que provoca en la cabeza sentir la luz del monitor, como navajas clavándose mis ojos.
Es que el café de la tarde tuvo consecuencias. Ahora es de madrugada y yo, en vez de intentar conciliar el sueño, me veo aquí, escribiendo anécdotas.
Una de las osadías que cometí en mis años de reportera novel fue realizar un tour por comunidades rurales en una pesera del transporte ejidal.
Fue una buena experiencia contar la historia que protagonizan los usuarios cuando requieren usar ese servicio. Yo tenía mi coche en buen estado, pero aún así lo dejé estacionado a unos metros de la terminal de donde salen las rutas y me subí en una unidad, que está de más mencionar sus condiciones deplorables en el aspecto mecánico, estético y práctico. Pagué el boleto y me convertí en una pasajera más.
El camino duró casi dos horas de ida y regreso, pero pude hacer una buena crónica y hasta conocer lugares nuevos de la ciudad donde vivo.
En aquellos tiempos, por alguna razón el jefe de información me quería fastidiar y me ordenó cubrir las fuentes agrícolas, así que pensé en esa historia. Muchos creen que es un sector de fuentes poco interesante, pero yo aprendí bastante.
Lo primero que recuerdo son las mochilas de los estudiantes estorbando para acomodarse. Había una llanta de refacción en medio del pasillo por donde se debía caminar para tomar lugar en el asiento corrido, que rodeaba el interior de la combi.
El olor era imposible de ignorar: una combinación de fierro viejo, combustible, sudor, mal aliento, pies, gases y uno que otro perfume.
Una señora recién dada de alta en el hospital llevaba en brazos a su bebé, que tenía unas horas de nacido, lo pude notar porque allá en los ranchos se tapan los oídos con algodón las mujeres que acaban de dar a luz, para que no les entre aire ni se inflamen. Ella iba así, cubriendo sus cavidades y aguantando los saltos que daba el vehículo en los baches, aunque seguramente fue por necesidad, ya que en su familia no había carro para ir a recogerla.
Yo iba escribiendo en el inter algunas frases de lo que escuchaba, desde la plática de la gente, hasta las canciones que en el estéreo del chofer sonaban estridentemente.
Lo más osado fue de mi parte contener el mareo y ahora que ha pasado el tiempo, me satisface saber que la fue una prueba superada, que me dejó un conocimiento más y que, fue un magnífico ejercicio de periodismo.
Luz de todos los astros
Un paseo por el universo personal de quien observa la existencia desde un rincón del planeta.
lunes, 10 de octubre de 2011
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