Luz de todos los astros

Un paseo por el universo personal de quien observa la existencia desde un rincón del planeta.

martes, 26 de abril de 2016

No soy normal

Por motivo de una fiesta fui a buscar aparatos electrodomésticos a una tienda con un par de damas, para una rifa de regalos. Después de estar de acuerdo en elegir algunos, se suscitó la discusión por una cafetera.
Yo sugerí comprar la más pequeña, que además de tener el precio más conveniente me pareció la más práctica, porque en mi caso soy la única que bebe café en la casa. Una de ellas dijo que era mejor la de dos tazas, ya que la diferencia de precio no era tanta, y el aparato incluía dos dispensarios.
Le expliqué que si llevábamos la primera, se podrían preparar dos tazas de café una por una, de ser necesario, en cambio con a la otra se estarían generando dos tazas simultáneamente, en dos dispensarios y si la persona que la use solo necesita una taza de café, entonces se va a desperdiciar la otra.
Fue entonces cuando nuestra otra acompañante me dijo (dando a entender que no sería desperdicio) “normalmente la gente vive en pareja”.
Le respondí “¿entonces yo no soy normal porque no tengo pareja?”
Ella se veía claramente apenada y no sabía cómo remediar lo que acababa de decir, así que siguió: “bueno, la mayoría de la gente vive en pareja”. En ese momento pregunté para mis adentros ¿de dónde saca esa conclusión, del censo del INEGI? Si tan solo en ese grupo de tres, dos somos solteras y solo ella está casada (en estadística eso es una muestra y arroja un dato rápido, con mucho más fundamento científico).
A mí no me ofende que llamen “anormal” por no tener pareja. Lo que me apena es ese criterio tan arbitrario para decidir qué es correcto para la generalidad de las personas, como que lo normal es vivir con una pareja. Lo que me entristece es que sean mujeres justamente las que se expresan así. Lo que me disgusta es que sean, aparte, personas preparadas, con conocimientos y hasta una participación activa en la lucha por la equidad de género. Lo que me indigna es que sean mujeres que representan a las mujeres.
Al final se impuso la mayoría y aunque me daba lo mismo cualquier cafetera, considero más inteligente, para no desperdiciar, lo de hacer dos tazas de una en una, o las que sean necesarias, considerando que se trata de un aparato en versión mini. Si la necesidad de la persona es de un mayor número de tazas de café, le conviene más usar una cafetera grande.
Bueno, mi lógica está bastante explicada, porque al ser una rifa de regalos no sabes a quién le va a tocar, si tiene pareja esa persona o si por lo menos a su pareja también le gusta el café, o si ambos lo toman regular o descafeinado.
El asunto no es que nos pusiéramos a elucubrar sobre las circunstancias o necesidades de la persona agraciada con el regalo, sino la falta de inteligencia para tomar una decisión tan simple. No sabes a quién le va a tocar, así que no puedes suponer nada acerca de ella, por lo tanto no le regales algo que es para quien tiene una necesidad específica, como dos tazas de café. (Además esos aparatos son para situaciones prácticas, como tenerlo en la oficina o cuando estás fuera de casa, quizá de viaje).
Me agravia cualquier persona que carezca de inteligencia, en verdad, no soporto a los estultos. Más me incordia si son mujeres, porque siendo yo una feminista consumada siento terrible ver esos comportamientos y no notar las capacidades que siempre les resalto.
No fue solo la contrariedad de la cafetera, sino una serie de expresiones sexistas que se añadieron (verbigracia, decir que los electrodomésticos son regalos para mujeres y que había que comprar otros para hombres).
El problema que tengo, reitero, no es directamente con el sexismo, sino con la falta de inteligencia (aunque si se es inteligente, simplemente no se podría ser sexista, eso es absolutamente incompatible).
No estoy siendo exagerada. La misma que puso la cafetera, también propuso un ¡termo! Sí, un termo para bebidas como regalo (y peor, lo llevó). Pero si eso no es suficiente, uff: dijo ¿y si regalamos un burro de planchar? Solo le pregunté ¿qué harías si te digo felicidades, te ganaste un burro de planchar? La otra mujer respondió “te mentaría la madre”.
En mi razonamiento, lo ideal era comprar algunos regalos de bajo precio, para poder comprar otros más caros, como tablets, reproductores Mp3, smartphones y hasta una televisión de plasma, regalos más atractivos. El dinero alcanzaría si se usara inteligentemente y yo sé dónde conviene comprar, pero es complicado cuando te topas con gente tan cerrada (la misma gente que el año pasado obsequió como “premio mayor” una hielera y rellenó la rifa con topers o recipientes de plástico, la misma gente que hace dos años regaló cámaras web y ratones de computadora a gente que ni siquiera tenía computadora).
Desde el principio de este post admití que la del problema soy yo. Siempre se lo digo a la gente. No es que ustedes estén mal. Es que cada quien está bien en su microcosmos. En el mío no caben los ineptos, esos que se suelen tolerar entre sí y que para algunos otros no son tan insoportables.
La gente carente de inteligencia me inspira misantropía, refuerza mi agorafobia y hace que sienta menos ganas de convivir con gente. Por eso no soy normal (y no tiene nada qué ver con que no tenga una pareja).
   
     



jueves, 21 de abril de 2016

Los periodistas también son personas

Para que un periodista pueda escribir buenas historias tiene que vivir la vida. Vivir más y vivir bien.
A esa conclusión llego en este momento, mientras leo el artículo "Difficicult Women. How Sex and the City Show lost its good name", firmado por Emily Nussbaum, ganadora de un premio Pulitzer en 2016 por esa crítica, publicada en The New Yorker.
Desde que uno empieza a leer la construcción literaria que tiene un texto, se da cuenta de que ese escritor come tres veces al día y sabe que sus necesidades elementales estarán resueltas con su pago.
Eso no sucede en la mayoría de los casos. Las y los reporteros deben andar contra reloj, muchas veces mal pasados y con apuros porque los sueldos no alcanza.
Lo ideal sería compatibilizar la calidad de vida con al calidad del trabajo que se genera, pero para eso las y los periodistas también debemos ser personas.

miércoles, 20 de abril de 2016

Capitalizar las adversidades

Una frase que pronuncio frecuentemente es “hay que capitalizar las adversidades”.
Pues resulta que estoy de baja por unos días y aunque no es algo grave, me está viniendo bien evitar el trabajo físico ya que me he sentido muy apta para hacer lo que más me gusta: escribir. (No puedo decir eso sin añadir que algún día dejaré de hablar sobre cuánto me gusta escribir y empezaré de verdad a escribir).
Lo que me tiene incapacitada fue que, después de malas experiencias hace años con una endodoncia  y que a consecuencia de ésta se fracturara la pieza, y que después me hubieran hecho creer que me la habían extraído, por fin ayer me armé de determinación y fui a que me sacaran una muela, lo que ahora sí parece hacer sido bien hecho. No estoy mal, pero lo usé de  pretexto para no hacer demasiados esfuerzos físicos, esa fue una de las indicaciones que me dieron.
El caso es que estoy en mi cama, escribiendo que escribo.
A eso me refería con capitalizar las adversidades, ya que el estar “enferma” fue una oportunidad para organizar algunas ideas que hay en mi cabeza. Por ejemplo, me di cuenta que tengo seis blogs, incluido este, pero muy pocas veces los actualizo y todos son sobre temas semejantes, pero cada uno en su concepto.
Lo que pasa es que los abrí tanto en plataformas de Blogspot como de Wordpress porque cada una ofrece ventajas y atractivos tecnológicos que pueden interesarme. En realidad tengo tres blogs, con un gemelo cada uno.
Tengo un blog donde solía publicar noticias y opinión sobre temas de equidad de género, lo empecé en Wordpress y le hice un gemelo en Blogspot. El otro es parecido a este, en la plataforma de Wordpresss, aunque quise enfocarlo  más específicamente a expresar opinión y críticas sobre música para hacerlo más abierto y público, ya que considero Luz de Todos los Astros como un espacio muy íntimo y personal. Y finalmente abrí hace unos meses un par de blogs que quise hacer más “ejecutivos”, donde pudiera poner en orden todas las publicaciones que traigo regadas en unos blogs y otros. La realidad es que empecé pero no he seguido.
Debe ser que dentro de poco tiempo le dé seguimiento a ese último objetivo y haga que todo lo que escribo tenga una forma más definida y sobretodo, que sea más constante, que pueda ser digno de publicarse, porque los lectores merecen el respeto de recibir un buen producto en la fecha en que lo estén esperando.

Por lo menos yo sí soy muy comprometida con eso, así que empiezo a maquinar cuántas muelas más puedo sacarme, para poder encerrarme a concretar este tipo de proyectos.

sábado, 16 de abril de 2016

Pasar la noche con un buen amante de la música

Siento añoranza por los walkmans y reproductores de discos compactos, que a finales del siglo pasado fueron tan buenos compañeros para mí.
Hoy por la mañana traté de recordar si aún conservo los casets de Santa Sabina, porque entré a un grupo de fans en Facebook y muchos están compartiendo fotos de sus fetiches de esa banda  y quizá sea lo poco que yo conserve.
Pensé que si tengo casets estaría bien tener un aparato para tocarlos, porque ya quedaron en desuso, desde que las computadoras y el internet nos permiten acceder a tanta música con tan poco esfuerzo.
Me dan ganas de empaparme de música, de sentirla en todo mi ser. La disfruto tanto que puedo perderme en ella.
Hace un rato escuché rolas de Soda Stereo y luego de Gustavo Cerati en solista y fue estupendo. Luego una presentación en vivo de Fito Páez con Cerati y Charly García ¡una explosión!  ¡Una locura!
Es un tipo de placer tan grande y extasiante, que quisiera compartirlo pero con alguien que se conecte de la misma manera que yo.
Si pasara la noche con un buen amante de la música, alguien que sepa apreciar cada nota de cada instrumento, las melodías, las armonías, los coros, las letras… Tendríamos mucho de qué conversar hasta el amanecer.

Ella T. V.

Me propuse hacer un ayuno de televisión.
Últimamente he dedicado más tiempo del que yo quisiera a ver televisión y no lo lamento porque me ha dado dos beneficios, primero me ha servido para conocer nuevas tendencias en cuanto a cultura pop y segundo, me ha servido de escape para el exceso de estrés.
Ambas cosas son inapreciables, pero también quiero un tiempo para retomar lo mío. Por lo mío me refiero a cualquier cosa que tenga que ver con hacer o pensar cualquier cosa, porque ahora he confirmado más que nunca que si enciendo la tele se me apaga el cerebro. En verdad es genial hacerlo.
Soy alguien que piensa demasiado las cosas –es que a estas alturas, de algo me han servido los años de experiencia y lo menos que puedo es actuar con cautela para solo dar pasos seguros-, así que en ocasiones me harto de tanto analizar todos los detalles y busco distracción.
Inclusive, cuando la tensión por asuntos de la familia, el dinero o el trabajo afecta al grado de quitarme el sueño (literalmente), un excelente remedio es encender la televisión de mi recámara y ver cualquier programa de entretenimiento, en pocos minutos logro relajarme y dormir plácidamente.
Aunque la he pasado bien, no quiero volverme dependiente de la tevé y especialmente me abstendré solo por unas horas, para enfocarme en otras actividades pendientes.

No creo que sea importante para nadie, pero ya que siempre me quejo de no tener tiempo para escribir decidí dedicar este rato a hacerlo, en vez de ver televisión.

jueves, 7 de abril de 2016

Te rajo, que te reviento

Tuve un buen día, pero una mala tarde.
Salí a limpiar el tablero de mi camioneta, estaba oscuro, ya pasaba de las 8, y un pelao mariguano que vive en el vecindario andaba rondando evidentemente borracho y drogado. Se acercó, pretendiendo que hablaba por celular y de repente abrió la puerta y me dijo “prima” con voz aguardientosa y tono “ando tan estúpido” nivel “no sé ni cómo estoy de pie”.
En este punto debo hacer un paréntesis para precisar el término “pelao” del párrafo anterior, ya que así es como mejor me puedo expresar para referirme a ese despreciable badulaque. Además hallé en internet un diccionario sobre el uso de la lengua en América Latina que me da la razón, al decir que en México significa “persona extraña”. Aquí el link http://www.asihablamos.com/word/palabra/Pelao.php
Los otros términos yo los inventé y están bastante entendibles.
Retomando la historia, lo que hice ante aquella irrupción en mi espacio personal, atrevimiento y total falta de modales fue gritarle ¿qué te pasa? ¡Lárgate! Encerrarme en el vehículo y poner seguro.
El muy idiota se ha de haber asustado más por mi reacción, de lo que yo por su impertinencia. A los pocos segundos sentí el impulso de salir a reclamarle y gritarle varias palabras altisonantes. Me invadió un coraje, que me puedo haber llevado hasta hacer uso de la violencia física. Se me ocurrió la idea de agarrar el bastón de seguridad que pongo en el volante para darle una paliza o corretearlo con el palote de hacer tortillas de harina, como buena norteña furibunda (lo acepto, ríanse de la imagen, por hoy tienen licencia).
Mi hija Angelle sacó una frase que le compro y la patento: “Te rajo, que te reviento”. Ella tan dulce se inspiró en algo del videojuego de Pokemón, donde hay un mono cuyo perfil dice que con sus garras raja a sus enemigos y la gráfica es ese pokemón reventando el globo del equipo Rocket. Así cuando juega batallas con él, en medio de la emoción espeta “te rajo, que te reviento”. También me hubiera servido en mi quimera de venganza.
Esta parece una más de la peripecias estilo “guión de película de Lindsay Lohan”, tan bizarre que raya en lo hilarante, tan cotidianas en mi vida. No obstante, me hizo reflexionar acerca de lo conveniente o inconveniente que es esta filosofía pacifista que practico desde hace tiempo y que me ha llevado a contener pequeñas dosis de furia asesina cada día, que el cielo guarde la hora en que se me salgan todas de un junto (así “de un junto” es como dicen en Honudras, no viene en el diccionario, pero lo escuché y me lo traje).
Como es sabido no tengo religión,  lo más cercano a eso sería declararme “dudista”, porque en este punto ya empiezo a dudar si ser tan buena será tan bueno.
Lo que sí me queda claro es que una no debe dejar que nadie pase por encima de sus derechos y defenderlos, siempre en la medida de lo posible evitando afectar a alguien más. Finalizo con una estrofa de la canción “Falsas costumbres” de Alaska y Dinarama, que sintetiza la conclusión a la que he llegado:
Por consiguiente me inclino a creer
que el instinto me ciega,
me empuja y me lleva.
No obstante retiro lo dicho
y afirmo que ya no suscribo
la tesis que un día yo expuse.