Los sueños nunca han tenido importancia para mi, menos un significado. De hecho los recuerdo muy pocas veces y lo prefiero, desde que vi un programa de Discovery Channel o algo así, en el que decían que los sueños no son historias continuas y completas como por lo común se piensa, sino una secuencia de imágenes sueltas. De hecho, dijeron que en una noche se puede tener cientos de sueños, porque los más lagos duran hasta siete segundos.
Sin embargo este se me quedó presente. Como casi todos los sueños es absurdo pero, ahí va:
Por alguna circunstancia que no me interesa explicarme, alguien me clavó una aguja en el estómago, pero eso fue un acto que yo acepté de manera voluntaria, supongo (pues como mencioné, no busco hilar los sucesos soñados), porque incuso cuando la persona me retira ese objeto punzante, yo tenía la cara hacia arriba, evitando ver para no sentir dolor, me recordó cuando de niña me vacunaban, aunque ¿en el estómago? Solo que fuera contra la rabia. Qué risa…
Aclaro, mientras dormía no sentí dolor, en el sueño tampoco.
Lo curioso fue que después del pinchazo yo temía sangrar, pero ella (creo era una chica), la de la aguja hizo una expresión de sorpresa cuando le pregunté si había sangre y me respondió que no, que me salía ¡miel! Entonces me vi en un espejo y efectivamente, desde un poco arriba de mi ombligo se deslizaba una gota de miel. Era clara, casi transparente pero de consistencia espesa y a mi temperatura natural, no más fría ni más caliente.
“Wow – pensé-. Lo sabía. Soy de miel”.
Después de cobrar es certeza ya no recuerdo qué más pasó. Como advertí, no había que esperar algo lógico, pero me pareció bonito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario