Por
motivo de una fiesta fui a buscar aparatos electrodomésticos a una tienda con
un par de damas, para una rifa de regalos. Después de estar de acuerdo en
elegir algunos, se suscitó la discusión por una cafetera.
Yo
sugerí comprar la más pequeña, que además de tener el precio más conveniente me
pareció la más práctica, porque en mi caso soy la única que bebe café en la
casa. Una de ellas dijo que era mejor la de dos tazas, ya que la diferencia de
precio no era tanta, y el aparato incluía dos dispensarios.
Le
expliqué que si llevábamos la primera, se podrían preparar dos tazas de café
una por una, de ser necesario, en cambio con a la otra se estarían generando
dos tazas simultáneamente, en dos dispensarios y si la persona que la use solo
necesita una taza de café, entonces se va a desperdiciar la otra.
Fue
entonces cuando nuestra otra acompañante me dijo (dando a entender que no sería
desperdicio) “normalmente la gente vive en pareja”.
Le respondí
“¿entonces yo no soy normal porque no tengo pareja?”
Ella se
veía claramente apenada y no sabía cómo remediar lo que acababa de decir, así
que siguió: “bueno, la mayoría de la gente vive en pareja”. En ese momento
pregunté para mis adentros ¿de dónde saca esa conclusión, del censo del INEGI?
Si tan solo en ese grupo de tres, dos somos solteras y solo ella está casada
(en estadística eso es una muestra y arroja un dato rápido, con mucho más fundamento
científico).
A mí no
me ofende que llamen “anormal” por no tener pareja. Lo que me apena es ese
criterio tan arbitrario para decidir qué es correcto para la generalidad de las
personas, como que lo normal es vivir con una pareja. Lo que me entristece es
que sean mujeres justamente las que se expresan así. Lo que me disgusta es que
sean, aparte, personas preparadas, con conocimientos y hasta una participación
activa en la lucha por la equidad de género. Lo que me indigna es que sean
mujeres que representan a las mujeres.
Al final
se impuso la mayoría y aunque me daba lo mismo cualquier cafetera, considero
más inteligente, para no desperdiciar, lo de hacer dos tazas de una en una, o
las que sean necesarias, considerando que se trata de un aparato en versión
mini. Si la necesidad de la persona es de un mayor número de tazas de café, le
conviene más usar una cafetera grande.
Bueno,
mi lógica está bastante explicada, porque al ser una rifa de regalos no sabes a
quién le va a tocar, si tiene pareja esa persona o si por lo menos a su pareja
también le gusta el café, o si ambos lo toman regular o descafeinado.
El
asunto no es que nos pusiéramos a elucubrar sobre las circunstancias o
necesidades de la persona agraciada con el regalo, sino la falta de
inteligencia para tomar una decisión tan simple. No sabes a quién le va a
tocar, así que no puedes suponer nada acerca de ella, por lo tanto no le
regales algo que es para quien tiene una necesidad específica, como dos tazas
de café. (Además esos aparatos son para situaciones prácticas, como tenerlo en
la oficina o cuando estás fuera de casa, quizá de viaje).
Me agravia
cualquier persona que carezca de inteligencia, en verdad, no soporto a los
estultos. Más me incordia si son mujeres, porque siendo yo una feminista
consumada siento terrible ver esos comportamientos y no notar las capacidades
que siempre les resalto.
No fue
solo la contrariedad de la cafetera, sino una serie de expresiones sexistas que
se añadieron (verbigracia, decir que los electrodomésticos son regalos para
mujeres y que había que comprar otros para hombres).
El
problema que tengo, reitero, no es directamente con el sexismo, sino con la
falta de inteligencia (aunque si se es inteligente, simplemente no se podría
ser sexista, eso es absolutamente incompatible).
No estoy
siendo exagerada. La misma que puso la cafetera, también propuso un ¡termo! Sí,
un termo para bebidas como regalo (y peor, lo llevó). Pero si eso no es
suficiente, uff: dijo ¿y si regalamos un burro de planchar? Solo le pregunté ¿qué
harías si te digo felicidades, te ganaste un burro de planchar? La otra mujer
respondió “te mentaría la madre”.
En mi
razonamiento, lo ideal era comprar algunos regalos de bajo precio, para poder
comprar otros más caros, como tablets, reproductores Mp3, smartphones y hasta
una televisión de plasma, regalos más atractivos. El dinero alcanzaría si se
usara inteligentemente y yo sé dónde conviene comprar, pero es complicado
cuando te topas con gente tan cerrada (la misma gente que el año pasado
obsequió como “premio mayor” una hielera y rellenó la rifa con topers o recipientes
de plástico, la misma gente que hace dos años regaló cámaras web y ratones de
computadora a gente que ni siquiera tenía computadora).
Desde el
principio de este post admití que la del problema soy yo. Siempre se lo digo a
la gente. No es que ustedes estén mal. Es que cada quien está bien en su microcosmos.
En el mío no caben los ineptos, esos que se suelen tolerar entre sí y que para
algunos otros no son tan insoportables.
La gente
carente de inteligencia me inspira misantropía, refuerza mi agorafobia y hace
que sienta menos ganas de convivir con gente. Por eso no soy normal (y no tiene
nada qué ver con que no tenga una pareja).