Cuidado con aquello que
parece dulce y atractivo. Muchas veces en desesperación, por sentir tristeza o
soledad, los seres humanos cometemos el error de buscar compañía, esperando
hallar alivio. Lo malo no es buscarla, sino esperar que esa compañía acabe con
los pesares que, en realidad nos pertenecen a nosotros, no a ellos y por lo
tanto, podrán apapacharnos y hacernos sentir bien mientras eso pasa, pero si
deja de pasar, la tristeza, la soledad o cualquiera otra que sea la causa de
pena reaparece.
Es fácil la dulce adicción
a los placebos. Cuando eso sucede, uno se jode porque ya no tiene un problema,
sino dos. Ya no nada más está triste y solo, sino triste, solo y adicto.
El apego se ha visto en
sicología, eso he conocido por publicaciones diversas, como materia de estudio
por el efecto que causa en el desempeño o desenvolvimiento de los individuos en
ese colectivo del que todos formamos parte, llamado sociedad.
Se ha comprobado que el apego puede ser igual hacia cosas como a personas, es
decir, que el afectado puede engancharse con alguien, ya sea una pareja, una
amistad o familiar, aunque también puede sucederle con cualquier artículo o
actividad. Hay quienes hacen apego con objetos que le representan alguna
conexión con algo que les dio felicidad o tocó su sensibilidad. Otros desarrollan
fijación por las compras, el juego (la llamado ludopatía, principalmente
relativa a las apuestas), comer, ver televisión, las redes sociales, los
videojuegos e incluso por el ejercicio.
Llevar el agrado a la práctica
sistemática no siempre resulta provechoso para quien lo hace, ya que puede
volverlo dependiente. Es ahí donde interferiría con la participación del
individuo en la colectividad.
En relación a la frase
inicial de este texto, cuidado se debe tener para evitar que un momento de
debilidad se prolongue o intensifique por eludirlo recurriendo al placer, pues
esto haría que al acabar el placer, todo sea como antes y que así sucesivamente
se busquen más escapes.
Es un gran ejercicio
preguntarse a uno mismo cuál es el origen de su dolor.
Conocerse, observar el
interior propio, en definitiva es lo único que puede, si no remediar, por lo
menos llevar a otro estado en la conciencia acerca de eso que te causa conflicto.
Yo diría que es conveniente pasar por un proceso.
Pimero.-
Autoconfrontarse. No significa pelear con uno mismo, sino hablarse, preguntarse
y responderse con honestidad, cosa difícil, porque el entorno nos impone la hipocresía
y una continua negación de la imperfección humana.
Segundo.-
Autoreconocimiento. Ser honesto con uno mismo conlleva a darse cuenta de que es
imperfecto, a aceptarlo y quererse, con todos sus defectos y virtudes. No se es
ángel ni demonio, solo se es el que se es.
Tercero. Responsabilizarse
de la parte que le toca en aquello que haya hecho mal. El sufrimiento no es un
factor externo, sino algo que hay dentro de tí, por lo tanto nadie tiene la culpa
de lo que te hace sufrir, nadie más que tú decide cuándo para el sufrimiento.
Para llegar a eso, de nuevo hay que tomar al toro por los cuernos, porque lo pasado
te seguirá atormentando si quieres cargar con ello, aunque la mejor opción es
partir de cero cada día.
Cuarto.- Darse licencia
de ser humano, imperfecto, de cometer errores y no poder satisfacer las
expectativas de otros. Ah porque como se quiere tanto quedar bien con esa gente
que muy seguramente no hará nunca nada por nosotros.
Quinto. Perdonarse, comprometerse
a hacer esfuerzos por no recaer y si se recae, volver a repetir el
procedimiento.
Seguramente habrá mucho
más que se pueda hacer, pero esto al menos es el principio de una ruptura del
ciclo. Es una gran enseñanza que me ha dado la vida.